Instituto Missionário dos Filhos e Filhas da Paixão de Nosso Senhor Jesus Cristo e das Dores de Maria Santíssima

 

CONFERENCIA EN ESPAÑOL

 

 

 

LA ORACIÓN

 

En Lc 18, 1 dice: (Jesús) les contó aún una parábola para mostrar la necesidad de orar siempre, sin jamás esmorecer”.

 

I. Que es la oración?

 

San Pio X a define: “La oración es una elevación del alma a Dios para adorarlo, para darle gracias y para pedirle aquello de que necesitamos” (Catecismo Mayor).

El Tercero Catecismo de la Doctrina Cristiana a define: “La oración es la elevación de la mente y del corazón a Dios, para El adorar, agradecer y pedirle las gracias de que necesitamos”.

 

II. La oración se divide en mental y vocal.

 

La oración mental es a que se hace sólo con el alma; la oración vocal es a que se hace con las palabras acompañadas de la atención del espíritu y de la devoción del corazón.

 

III. Jesucristo rezó.

 

Los discípulos encontraban seguidamente Jesús rezando en el recochamente y en la soledad. Durante la oración del monte de los Olivos sudó sangre. Estaba presente delante de Dios con su alma y con su cuerpo, hablaba con Dios.

En Hebreos 5, 7 dice: “Es Cristo, que los días de su vida mortal, dirigió plegarias y súplicas, entre clamores y lágrimas, a Dios Padre, que lo podía salvar de la muerte”.

En Mt 14, 23 dice: “Habiéndolas despedido, subió al monte, a fin de orar solo. Al llegar la tarde, estaba allí, solo”.

En Mc 1, 35 dice: “De madrugada, estando aún oscuro, él se levantó y se retiró para un lugar desierto y allí oraba”.

En Mc 6, 46 dice: “Y, dejándolos, él fue a la montaña para orar”.

En Lc 6, 12 dice: “Aquellos días, él fue a la montaña para orar y pasó la noche entera en oración a Dios”.

Jesucristo se retira en la soledad para rezar. Quiere quedar sólo con Dios. Quién reza debe alejarse de la multitud y despedir las preocupaciones. Nuestro Señor rezó; imitemos su ejemplo.

 

IV. Las condiciones de la oración.

 

Santo Tomás de Aquino exige para la oración: Que se rece con devoción y perseverancia. Con devoción, quiere decir, con humildad y confianza; con perseverancia, quiere decir, sin dejar de rezar hasta la muerte.

Es preciso rezar con humildad. Dios atiende las oraciones de sus siervos, pero de los siervos humildes: “El Señor atendió la oración de los humildes” (Sl 101, 18). Donde falta humildad, Dios no atiende, por el contrario, repele las oraciones de los orgullosos: “Dios resiste a los soberbios y da la gracia a los humildes” (Tg 4, 6).

Dios no oye las oraciones de los soberbios que confían en la propia fuerza, y, por eso, los abandona a su miseria. En tal estado, privados del auxilio divino, se perderán ciertamente.

Es preciso rezar con confianza.

Para alcanzar alguna gracia de Dios, por medio de la oración, debemos rezar con plena confianza y convicción de que vamos a ser atendidos.

 

V. Transformar nuestras acciones en oración.

 

Que importante sea hacer nuestras acciones en unión con Jesús Cristo.

Cuando las acciones son tardadas, es útil renovar este ofrecimiento por medio de un mirar afectuoso sobre el crucifijo, o, mejor aún, sobre Jesús, vivo en nodos; y dejar el alma desahogarse en frecuentes jaculatorios que nos elevarán el corazón para Dios.

Así nuestras acciones, aún las más comunes, serán una oración, un ascenso del alma para Dios, y realizaremos el deseo que Jesús expresó: “…es preciso rezar siempre, sin jamás esmorecer” (Lc 18, 1).

 

 

 

 

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