“Jesús pone de relieve lo que califica
la autenticidad de cada gesto religioso, diciendo que es
la calidad y la verdad del relacionamiento com Dios. Por
eso denuncia la hipocresía religiosa, el comportamiento
que busca exibirse, las actitudes que buscan el aplauso
y la aprobación” (Homilía
del Papa Benedicto XVI, 13 de febrero de 2013).
I. SAGRADA ESCRITURA
1. “No todo el que me dice ‘Señor,
Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que
hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no fue que
profetizamos en tu nombre, echamos fuera demonios, y en
tu nombre hicimos muchos milagros? ‘Entonces les
declararé’: Jamás los conocí. Apartaos de mí, hacedores
de maldad. ‘Por lo tanto, todo el que oye estas mis
palabras y las pone en práctica, es como un hombre sabio
que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia,
llegaron las inundaciones, soplaron los vientos, y
dieron contra aquella casa, pero ella no cayó porque
estaba fundada sobre la roca. Por otra parte, el que oye
estas mis palabras y no las hace, lo compararé a un
hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena.
Cayeron las lluvias, ríos, y soplaron vientos, y fueron
con ímpetu contra aquella casa, y cayó. Y fue grande su
ruína” (Mt 7, 21-27).
2. “Para saber que lo conocemos, vamos
a ver si guardamos sus mandamientos. Quien dice: ‘Yo
conozco a Dios’, pero no guarda sus mandamientos, es
mentiroso, y la verdad no está en él. Sin embargo, aquél
que guarda su palabra, el amor de Dios se realiza
plenamente. El criterio para determinar si estamos con
Jesús es la siguiente: El que dice que permanece en Él,
debe también proceder como Él procedió” (1
Juan 2: 3-6).
3. “Por lo tanto, renunciando a toda
inmundicia y a todo rastro de malicia, recibid con
mansedumbre la palabra que se sembró en vuestros
corazones y que es capaz de salvar vuestras vidas.
Vuélvanse practicantes de la palabra y no simples
oyentes, engañándose a vosotros mismos! En efecto, aquél
que oye la palabra y no la practica, se parece a un
hombre que, viendo su cara en el espejo, se limitó a
observar y se olvidó de su apariencia. Mas, ¿aquél que
considera atentamente la ley perfecta de la libertad? en
ella persevera, no siendo un oyente olvidadizo, antes,
practicando lo que ella ordena, ése es bienaventurado en
aquello que hace” (Santiago 1: 21-25).
4. “Hijitos míos, no amemos con
palabras ni de boca, sino con hechos y de verdad”
(1 Jn 3, 18).
5. “Su madre y sus hermanos llegaron
hasta Él, pero no podían acercarse a Él por causa de la
multitud. Entonces le avisaron: ‘Tu madre y tus hermanos
están afuera y quieren verte’. Pero Él respondió: ‘Mi
madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de
Dios y la guardan’” (Lc 8, 19-21).
6. “Mientras estaba hablando, una
mujer levantó la voz a través de la multitud y le dijo:
‘¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te
amamantaron!’ Pero Él respondió: ‘Dichosos más bien los
que oyen la palabra de Dios y la practican’”
(Lc 11, 27-28).
7. “Felices los lectores y oyentes de
las palabras de esta profecía, si observan lo que en
ella está escrito, pués el tiempo está próximo”
(Apocalipsis 1, 3).
8. “...al respecto de todas las cosas
que Jesús hizo y enseñó desde el principio” (Hch
1, 1).
9. “Si compreendieses esto y lo
practicases, felices serías” (Jn 13, 17).
10. “El que me ama, guardará mi
palabra, y mi Padre lo amará, y en él estaremos y
estableceremos nuestra morada. Quién no me ama, no
guarda mis palabras...” (Jn 14, 23-24).
11. “...la palabra está muy cerca de
ti: está en tu boca y en tu corazón, para que la pongas
en práctica” (Deut. 30, 14).
12. “De cierto, de cierto os digo que
si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte”
(Juan 8, 51).
13. “¡Bienaventurados son los justos
en su camino, los que andan según la ley de Dios!”
(Sal 118, 1).
14. “Vosotros sois la sal de la tierra.
Sin embargo, si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué
la salgaremos? No sirve para nada, sino para ser echada
fuera y pisada por los hombres. Vosotros sois la luz del
mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en una
colina. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un
almud, y así brilla para todos los que están en la
casa. Brille de la misma manera vuestra luz delante de
los hombres, para que viendo vuestras buenas obras ,
ellos glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
(Mt 5,13-16).
II. ESCRITOS DE LOS SANTOS
1. “Cuando los paganos escuchen de
nuestra boca los pensamientos de Dios, admiraran su
belleza y grandeza, pero después, cuando se den cuenta
de que nuestras obras no correspondan a nuestras
palabras, entonces cambiaran de opinión y comenzar a
blasfemar diciendo que el cristianismo es sólo un mito y
una ilusión” (San Clemente de Roma, segunda
carta a los Corintios, 13).
2. “Jesús dice que debemos antes hacer
y después de enseñar a hacer, Él coloca la práctica del
bien antes de la enseñanza, mostrando que podremos
enseñar con suceso, solo, si antes ponemos en práctica
lo que enseñamos y jamás hacemos lo contrario. En otra
ocasión, Jesús dirá: 'Médico, cúrate a ti mismo '. Aquél
que es incapaz de dirigir bien su vida y busca educar a
otros, corre el peligro de ser ridiculizado por muchos,
de hecho, que ni siquiera podrá enseñar, porque sus
acciones dan testimonio de lo contrario a sus palabras”
(San Juan Crisóstomo, Comentario al Evangelio de
Mateo).
3. “Sus palabras permanecen en
nosotros cuando hacemos todo lo que nos ordenó y
deseamos lo que nos prometió, sin embargo, cuando sus
palabras permanecen en nuestra memoria, mas, en nuestra
vida y en nuestros hábitos no se encuentra ningún rastro
de ellos, entonces la rama ya no es parte de la vid,
porque ya no absorbe más la vida de su raiz”
(San Agustín, Comentario al Evangelio de San Juan).
4. “Es mejor callarse y ser, de que
hablar y no ser. Buena cosa es enseñar, si quien dice lo
hace” (San Ignacio de Antioquía).
5. “La palabra es viva cuando son las
obras que hablan. Cesen, ruego, los discursos, hablen
las obras. Estamos saturados de palabras, mas vacios de
obras y por eso, maldecidos por el Señor, porque Él
maldijo la higuera en la que no había encontrado ningún
fruto, sólo hojas” (San Antonio de Padua).
6. “El cristiano no debe traicionar,
no debe entusiasmarse con palabras vanas, no debe
defraudar. Su misión es muy delicada, ya que debe ser
fermento en la sociedad, luz del mundo, sal de la tierra.
El cristiano está convencido, cada vez más, de la enorme
dificultad de su compromiso: debe ir contra la corriente,
debe dar testimonio de las verdades absolutas, mas no
visibles; debe perder su vida terrenal para ganar la
eternidad, debe convertirse em responsable, incluso del
prójimo para iluminarlo, edificarlo y salvarlo”
(Beato Juan Pablo II, Homilía, 1979).
7. “La gente, hoy en día cree más en
los testigos que en los maestros, más en la experiência
que en la doctrina, más en la vida y los hechos, de que
en las teorías. El testimonio de la vida cristiana es la
primera e insustituible forma de misión: Cristo, cuya
misión nosotros continuamos, es el ‘Testigo’ por
excelencia (Ap 1, 5, 3, 14) y el modelo del testimonio
Cristiano” (Beato Juan Pablo II, Redemptoris
Missio, 42).
III. OTROS ESCRITOS
1. “La práctica de la palabra, el
conocimiento de la verdad, la conquista de la libertad
religiosa y la posesión de la vida eterna son los pasos
progresivos de la vida cristiana hasta la eternidad”
(Padre Gabriel de Santa María Magdalena, La
intimidad divina, 87, 1).
2. “Debemos preguntarnos a menudo en
nuestra oración personal, si nuestros compañeros de
trabajo, nuestros familiares y amigos se encuentran
impulsados a glorificar a Dios cuando ven nuestras
acciones, porque ven en ellos la Luz de Cristo”
(Padre Francisco Fernández Carvajal, Hablar con
Dios, Vol. 3,34, 2).
3. “Recordamos bien todos nosotros: no
se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin un
testimonio concreto de vida. Quien nos oye y ve, debe
poder leer en nuestras acciones aquello que oye de
nuestra boca, y dar gloria a Dios! Esto me trae a la
mente un consejo que San Francisco de Asís dio a sus
hermanos: Predicar el Evangelio; si es necesario,
incluso con las palabras. Predicar con la vida: el
testimonio. La inconsistencia de los fieles y pastores
entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y la
forma de vida acaba con la credibilidad de la Iglesia”
(Homilía del Santo Padre Francisco, 14 de abril
2013).
4. “Y esta buena noticia debe ser
proclamada, sobre todo, por el testimonio. Supongamos un
cristiano o un grupo de cristianos que, en la seno de la
comunidad humana en que viven, manifiestan su capacidad
de comprensión y aceptación, su comunión de vida... con
los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todo
aquello que es noble y bueno. Por fuerza de este
testimonio sin palabras, estos cristianos hacen florecer
en el corazón de aquellos que los ven como viven,
preguntas indeclináveis: ¿Por qué es que son ellos así?
¿Por qué viven de aquella manera? Bueno: similares
testimonios constituyen una proclamación silenciosa, mas
muy valiosa y eficaz de Buenas Nuevas... Todos los
cristianos están llamados a dar este testimonio y pueden
ser, en este sentido, verdaderos evangelizadores. Y aquí
pensamos de modo especial en la responsabilidad que se
origina para los migrantes en los países que los reciben”
(Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 21).
5. “No es suficiente para salvarnos o
ser de cualquier forma miembros de la Iglesia Católica,
mas es necesario que seamos sus miembros vivos”
(San Pío X, Catecismo Mayor, 165).
6. “Quien, a pesar de ser miembro de
la Iglesia Católica, no pusiese en practica sus
enseñanzas, este miembro sería un miembro muerto, y por
tanto no se salvaría, porque para la salvación de un
adulto se requiere no sólo del bautismo y la fe, sino
también que las obras se ajusten a la Fe” (San
Pío X, Catecismo Mayor,171).
7. “No se salva, mismo incorporado a
la Iglesia, quien no persevera en la caridad, permanece
dentro de la Iglesia con el ‘cuerpo’, pero no con ‘el
corazón’. Recuerden todos los hijos de la Iglesia, que
la condición única en la que están, no se debe a sus
propios méritos, mas a una peculiar gracia de Cristo. Si
no están de acuerdo con los pensamientos, palabras y
obras, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor
gravedad” (Lumen Gentium, 14).
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