Instituto Missionário dos Filhos e Filhas da Paixão de Nosso Senhor Jesus Cristo e das Dores de Maria Santíssima

 

 

Quinta palestra

(Português e espanhol)

 

 

O SONO DO MENINO JESUS

 

(Pe. Divino Antônio Lopes FP.)

 

O sono do Menino Jesus foi demasiadamente breve e doloroso.  Servia-Lhe de berço uma manjedoura, a palha de colchão e de travesseiro. Assim o sono de Jesus foi muitas vezes interrompido pela dureza daquela caminha excessivamente dura e molesta, e pelo rigor do frio que reinava na gruta. De vez em quando a natureza sucumbia à necessidade e o menino querido adormecia.

Mas o sono de Jesus Cristo foi muito diferente do sono das outras crianças. O sono destas é útil à conservação da vida; não, porém, quanto às operações da alma, porque esta, privada do uso dos sentidos, fica reduzida à inatividade. Não foi assim o sono do Menino Jesus. O corpo repousava; velava, porém, a alma, que em Jesus era unida à Pessoa do Verbo que não podia dormir nem ficar sopitada (adormecida) pela inatividade dos sentidos.

Dormia, pois, o santo Menino, mas enquanto dormia, pensava em todos os padecimentos que teria de sofrer por nosso amor no correr de toda a sua vida e na hora da sua morte. Pensava nos trabalhos que havia de passar no Egito e em Nazaré, levando uma vida extremamente pobre e desprezada. Pensava particularmente nos açoites, nos espinhos, nas injúrias, na agonia e na morte desolada, que afinal devia padecer sobre a cruz. Tudo isso Jesus oferecia ao Pai Eterno, enquanto estava dormindo, a fim de obter para nós o perdão e a salvação. Assim nosso Salvador, durante o sono, estava merecendo por nós, reconciliava conosco seu Pai e alcançava-nos graças.

Roguemos agora a Jesus que, pelos merecimentos do seu sono, nos livre do sono mortal dos pecadores que dormem miseravelmente na morte do pecado, esquecidos de Deus e do seu amor. Peçamos-Lhe que nos dê, ao contrário, o sono feliz da sagrada Esposa, da qual dizia: “... eu vos conjuro: não desperteis, não acordeis o amor, até que ele o queira!” (Ct 2, 7). É este o sono que Deus dá às almas suas diletas, e que, no dizer de São Basílio Magno, não é senão “o supremo desprezo de todas as coisas”. Então a alma despreza todas as coisas terrestres para só pensar em Deus e nos interesses da glória divina.

Oração: Ó meu querido e santo Menino, Vós estais dormindo, mas esse vosso sono me abrasa em amor! Para nós, o sono é figura da morte, mas em Vós é símbolo de vida eterna; porque, enquanto repousais, estais merecendo para mim a eterna salvação. Estais dormindo; porém o vosso coração não dorme, senão pensa em padecer e morrer por mim. Durante o Vosso sono rogais por mim e me impetrais de Deus o descanso eterno do paraíso. Mas enquanto não me lavardes, como espero, para repousar junto de Vós no céu, quero que repouseis sempre na minha alma. Amém.

 

 

 

Quinta Conferencia

 

 

El SUEÑO DEL NIÑO JESÚS

 

(Pe. Divino Antônio Lopes FP.)

 

El sueño del Niño Jesús fue demasiado breve y doloroso. Le servía de cuna una majada, la paja de colchón y de travesero. Así el sueño de Jesús fue muchas veces interrumpido por la dureza de aquella camina excesivamente dura y molesta, y por el rigor del frío que reinaba en la cueva. De tarde en tarde la naturaleza sucumbía a la necesidad y el niño querido adormecía.

Pero el sueño de Jesús Cristo fue muy diferente del sueño de los otros niños. El sueño de estas es útil a la conservación de la vida; no, sin embargo, en cuanto a las operaciones del alma, porque esta, privada del uso de los sentidos, queda reducida a la inactividad. No fue así el sueño del Niño Jesús. El cuerpo reposaba; velaba, sin embargo, el alma, que en Jesús era unida a la Persona del Verbo que no podía dormir ni quedar sopitada (adormecida) por la inactividad de los sentidos.

Dormía, pues, el santo Niño, pero mientras dormía, pensaba en todos los padecimientos que tendría que sufrir por nuestro amor en el correr de toda su vida y en la hora de su muerte. Pensaba en los trabajos que había de pasar en Egipto y en Nazaré, llevando una vida extremadamente pobre y despreciada. Pensaba particularmente nos azotes, en los espinos, en las injurias, en la agonía y en la muerte desolada, que finalmente debía padecer sobre la cruz. Todo eso Jesús ofertaba al Padre Eterno, mientras estaba durmiendo, a fin de obtener para nodos el perdón y la salvación. Así nuestro Salvador, durante el sueño, estaba mereciendo por nodos, reconciliaba con nosotros su Padre y nos alcanzaba gracias.

Roguemos ahora a Jesús que, por los merecimientos de su sueño, en los libre del sueño mortal de los pecadores que duermen miserablemente en la muerte del pecado, olvidados de Dios y de su amor. Pidámosle que nos dé, al contrario, el sueño

Feliz de la sagrada Esposa, de la cual decía: “... yo os conjuro: no despertéis, no despertéis el amor, hasta que él lo quiera!” (Ct 2, 7). Es este el sueño que Dios da a las almas sus dilectas, y que, en el decir de San Basilio Magno, no es sino “el supremo desprecio de todas las cosas”. Entonces el alma desprecia todas las cosas terrestres para sólo pensar en Dios y en los intereses de la gloria divina.

Oración: Ó mi querido y santo Niño, Vosotros estáis durmiendo, pero ese vuestro sueño me abrasa en amor! Para nodos, el sueño es figura de la muerte, pero en Vosotros es símbolo de vida eterna; porque, mientras reposáis, estáis mereciendo para mí a eterna salvación. Estáis durmiendo; sin embargo vuestro corazón no duerme, sino piensa en padecer y morir por mí. Durante vuestro sueño rogáis por mí y me impetráis de Dios lo descanso eterno del paraíso. Pero mientras no me lavéis, como espero, para reposar junto de Vosotros en el cielo, quiero que reposéis siempre en mi alma. Amén.

 

 

 

 

 

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